Nuestra historia comenzó de la manera más sencilla… y al mismo tiempo, de la más especial.

Pudimos coincidir tantas veces entre amigos, familiares y eventos pero Dios, en su perfecto plan, decidió sorprendernos cuando menos lo esperábamos.

Nos conocimos en un país que no es el nuestro, en una ciudad donde ninguno de los dos vivíamos (Dallas).  Así es un evento de jóvenes, sin imaginarlo, Él ya estaba escribiendo nuestra historia.

 

Fue en un campamento de la iglesia donde pudimos conversar aún más, sin imaginar lo que Dios tenía preparado para nosotros. Desde ese momento,
Él comenzó a unir nuestros caminos para siempre. Con el paso del tiempo, la iglesia nos acercó aún más,
fortaleciendo nuestra fe, nuestra amistad y ese cariño que, poco a poco se transformó en el amor más sincero y verdadero.

Desde hace tres años hemos descubierto que el amor se construye con los pequeños detalles:

en las risas compartidas, los viajes, las conversaciones por las noches, un café y un té,

la paciencia de Ismael, el cariño de Cesia, y la fidelidad y apoyo mutuo que cada día nos profesamos.                                      

Hemos pasado por momentos difíciles; la distancia nos enseñó que, cuando es la voluntad de Dios el amor todo lo espera y todo lo soporta. Porque hemos confiado en Él.

 

Somos diferentes en muchas cosas —y justo eso nos encanta—,

porque nuestras diferencias nos complementan y hacen que cada día sea una nueva aventura.

Nos unen la fe, los sueños, la música, los libros, las risas espontáneas, las caricaturas y, sobre todo,

el deseo de caminar juntos tomados de la mano, guiados por Dios.

 

Cada paso de nuestro camino nos ha llevado hasta este momento:

celebrar el amor que Dios ha puesto en nuestras vidas y comenzar juntos una nueva historia,

con la certeza de que lo mejor está por venir.